jueves, 31 de enero de 2013

TRANSCULTURIZACION DEL CASTELLANO/ANGLICISMOS


Desde que las insignias se llaman “pins”; los homosexuales,”gays”; las comidas frías, “lunchs”; y los repartos de cine, “castings”; el español no es el mismo.  Ahora es mucho más moderno.  Durante muchos años, estuvimos hablando en prosa sin enterarnos.  Y, lo que es todavía peor, sin darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos.
Los niños leian revistas en vez de “comics”, los estudiantes pegaban “posters” creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de “business” y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del “tupper-ware”.  Yo, en primaria, hice “aerobics” muchas veces, pero en mi ignorancia, creía que hacía gimnasia.
Afortunadamente, todo esto ya ha cambiado.  Hoy, todos somos más modernos, y a los hispanohablantes se nos nota el cambio simplemente cuando hablamos, lo cual es muy importante.
No es lo mismo decir “bacon” que tocino —aunque tenga igual de grasa— ni vestíbulo que ”hall”; y cuando jugamos al polo o golf con ventaja, no es lo mismo que hacerlo con “handicap”.
Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor presencia.  O, en el peor de los casos, son más cortas.
Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en ingles un mínimo de cien palabras.  Desde este punto de vista, ya estamos completamente modernizados.  
Es más, creo que hoy en el mundo no hay otra lengua que nos iguale.  Porque, mientras en otros países toman solo del inglés las palabras que no tienen o bien porque sus idiomas son pobres —cosa que no es nuestro caso—, o bien porque pertenecen a lenguajes de reciente creación como el de la economía o el de la informática, nosotros, eso sí, más generosos, hemos ido más allá: hemos adoptado incluso las que NO nos hacían falta, lo cual demuestra nuestra apertura y nuestra capacidad para superarnos.
Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho, sino “plum-cake”, que queda mucho más fino; ni tenemos sentimientos, sino “feelings”, que es mucho más elegante.  Y de la misma manera, sacamos “tickets”, compramos “compacts”, usamos “kleenex”, comemos “sandwichs”, vamos al “pub” y hacemos “footing”.  Y en lugar de acampar como hasta ahora, hacemos “camping”. Y todo ello, ya digo, con la mayor naturalidad y sin darle apenas importancia.
Obviamente, esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han cambiado nuestro aspecto, que ahora es mucho más moderno y elegante; es decir, más “fashion”.
Los hombres ya no usan calzoncillos, sino “slips” o “boxers”, lo que permite marcar el bulto con más soltura que a nuestros padres; y cuando se afeitan, a continuación se echan “after shave”, que deja la cara mucho más suave y fresca que el tónico que usaban nuestros abuelos.
En la oficina, el jefe ya no es el jefe, es el “boss”, y está siempre en “meetings” con la “public-relations” o va a hacer “business” junto con su secretaria, o más bien “assistant”. Ella tampoco se queda atrás: hace “mailings” y “trainings” y cuando acaba el trabajo va al “gym” a hacer “fitness” y “spinning”.  Allí se encuentra con todos los de la “jet”, que vienen de hacerse “liftings”, y con alguna “top-model” amante del “body-building” y del “yogurt light”, y cuando acude a un cocktail pide “roast-beef” que, aunque parezca lo mismo, es mucho más digestivo y engorda menos que la carne.
En la tele ya nadie hace entrevistas ni presenta, como antes.  Ahora hacen “interviews” en formato “magazine”, que dan mucha más prestancia.  Y si el presentador es carismático, al programa se le llama “show” —que es distinto de espectáculo—, y si tiene carnaza se le adjetiva de “reality” para quitarle la cosa cutre que tiene en castellano. Entre medias, por supuesto, ya no nos ponen anuncios, sino “spots” que, aparte de ser mejores que los anuncios, nos permiten hacer “zapping”.
Las técnicas de mercado son ahora el “marketing”; el supermercadismo, “merchandising”; el autoservicio, el “self-service”; el escalafón, el “ranking”; y el representante, el ”manager”.
El solomillo, es un “steak”, y la entrega a domicilio es el “delivery”.  Las personas importantes son “vips”; los auriculares, “walk-man”; los puestos de venta, “stands”; los ejecutivos, “yuppies”; las niñeras, “baby-sitters”; los derechos de autor, “royalties”, y no sé cuántas cosas más...
Para ser ricos del todo y quitarnos el complejo de tercermundistas que tuvimos algún tiempo y que tanto nos avergonzaba, solo nos queda ya decir siesta —la única palabra que el español ha exportado al mundo o al menos la más bonita— con acento anglosajón.